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Bar Tasende

:CREADO: [2002-06-02 03:00] :ACTUALIZADO: [2007-08-19 15:51]

Existen pocas cosas que perduran en Uruguay. Mucho se habla, poco se hace, y mientras tanto nuestros lugares históricos -y con ello nuestra identidad- se van pudriendo hasta ser irrecuperables, o hasta que un banco extranjero los tapa de vidrio, aire acondicionado, tubos de luz, gomina, maquillaje y Coca light.

Tal es el caso de la ciudad vieja. Edificios espectaculares ya son casi todos ruinas. Nadie hace nada. La Intendencia no hace nada. Lo mismo le está pasando a nuestro Teatro, y en este caso con bestialidad acumulada.

Dos cosas que perduran desde más o menos la misma época son la falsa creencia de que jugamos bien al fútbol, y el Bar Tasende.

Existe desde 1931. No conzco su historia, y mi librito <cite>Cafés de Montevideo</cite> sólo menciona a los Tasende en relación con una cadena de bares que proliferó a partir de los años 50.

Queda por San José, atrás del Palacio Estévez y del imposible Palacio de Justicia (este último ya lo diseñaron ruina).

Aún conserva las sillas y mesas de mármol de la época, increíblemente se salvó de la cármica. Pero más de 70 años con el buen gusto que pueda tener un gallego a cargo de un bar han dejado una plétora de rastros que cariñosamente se podrían considerar como un museo de la cursilería del siglo 20.

El edificio sigue siendo el de la época, con columnas, techo de bovedilla muy alto, un entrepiso tipo salón de fiestas, todo ocre. Las ventanas tienen colgadas esas persianas de los 60, color verde heladera. Las puertas son de vidrio y aluminio de los 80. Las luces, que hasta hace poco eran lamparitas que colgaban a mitad camino entre el techo y el piso, ahora son unos grotescos farolotes de bajo consumo. El horno de pizza, todo hecho con ladrillos muy rojos. Un letrero electrónico de los 90 nos hace un lavado de cerebro con la cordialidad y el precio de la pizza con longaniza. Unos huecos en la pared estilo 70 albergan las aguardientes. Debajo de la escalera, una venus con una lamparita que apagan 10 minutos antes de cerrar. Muchas plantas de plástico, y unos macetones de Páez Vilaró recordando la fecha de fundación.

Lo más impactante, por el tamaño, es la estatua del Quijote, hecha con tuercas, planchuelas y tornillos.

Lo fantástico de todo esto es que uno no va a buscar nuevas emociones ni distracciones ni música en vivo. Uno va al Tasende con amigos, luego de ver una buena película en Cinemateca, y se come una buena pizza, cerveza, tranquilidad, conversación profunda y filosofía.

Justamente eso es lo bueno de este lugar. No hay ruido. No hay humo. La pizza es buena. Hay mil marcas de cerveza para elegir. Hay mil marcas de refrescos para elegir. No hay conchetaje.

Una pizza al tacho, 2 fainá, una muzzarela, una patricia negra, una Citral, una Coca.

Un pedido que sería imposible en cualquier otro lado, acá es lo más natural. Para los que no conocen el lugar, Pizza al Tacho es una especialidad de la casa (masa de pizza con quesos hechas en un tacho), y Citral es un refresco de SALUS.

Hay que tener atención con el horario. A medianoche te dan vuelta las sillas encima y te barren. Algo más tarde los sábados.

Como se lamenta Tarkovskii, la juventud desplaza con ruido su soledad, por miedo a tener que encontrarse a uno mismo.

Siempre es algo bueno ir al Tasende. A no ser que tengan miedo de encontrarse frente a una buena pizza y un par de ojos sinceros.

Nota (2002-06-22)

SALUS pasó a pertenecer a un grupete de mentalidad industrial. Dejó de existir Naranjita, Pomelo y Citral. No se ve la Patricia Negra. Las botellas de plástico vienen con una forma asquerosa, y con un gusto a ponzonia aterrador.

Si es en botella de plástico, Nativa es la opción.

Alternativas para las otras bebidas: naranjas, pomelos y un exprimidor. No me vengan con que Tropicana tiene gusto a naranja.