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Café y Bar Tabaré

:CREADO: [2002-06-01 03:00] :ACTUALIZADO: [2007-08-19 15:51]

… y Lisa Minelli se sigue lamentando

Oh Tabaré, oh Tabaré, oh Tabareeeeeeeé

Puede ser por dos cosas:

  • Cada vez que el lánguido y falso politiquero abre la boca para enchastrar un poco más lo que alguna vez prometía ser una izquierda competente y seria;
  • Cada vez que pasa por la puerta del Café y Bar Tabaré.

El lugar físico es espectacular. Mucha historia, los chirimbolos son genuinos. Me encantan las latas de galletitas, con su ventana redonda. Me hacen acordar a mis primeras infancias, donde hacía los mandados para poder elegir las galletitas.

Hasta hace poco recuerdo un letrero con tipo de letra posmoderno que leía "Cafés y Tés", y decía todo sobre el lugar y su historia.

Comencé a no ir tanto hace unos años, cuando la cocina se degeneró. Si bien seguían cobrando un soportable disparate por la comida, llegó un momento en que cualquier plato de la carta estaba hecho con los mismos ingredientes y salsas. Sólo cambiaba el nombre.

Sumado a eso, una serie de problemas de habitabilidad:

  • El ruido es insoportable. La acústica es espantosa, y el propio ruido de la gente se vuele insoportable, y la gente tiene que hablar más fuerte para entenderse, lo que lo vuelve más insoportable aún. Para colmo, ponen música más fuerte de lo debido, para que se oiga por encima de los gritos.
  • No hay aire. Hay que tomar una última gota de aire antes de entrar al Tabaré. Además de la esperada saturación de humo de pucho (una de las pestes con que nos ponen a prueba desde el Olimpo), la atmósfera es puro grasa y olor a frito. Es como si el estractor de la cocina fuese a dar al comedor. No se puede respirar. Uno sale de ahí con ganas de pasar la noche durmiendo en el lavarropas, con Skip Intelligent y modo pre-lavado.

En otras épocas uno podía pasar un buen rato ahí. Hasta iban grupos de mujeres, que siempre son una buena distracción (ya sea como aporte al paisaje; para intercambiar alguna mirada; estudiar sus formas y comportamientos como base para filosofar mientras los que están en mi mesa siguen hablando de autos o cosas peores). Era un lugar excelente para llevar gente (gringos o amigos que no conocían el lugar).

Ya no. Tabaré abandoné talué.

Sólo queda la esperanza de que se pongan las pilas y lo vuelvan a transformar en un lugar agradable. Que aprendan a cocinar. Que corrijan el ruido y la ventilación. Que cobren lo justo.